DENISE NAJMANOVICH

Travesías

Suely Rolnik: “Hay que hacer todo un trabajo de descolonización del deseo”

Entrevista a Suely Rolnik realizada por Álvaro Minguito y Sarah Babiker publicado 24-07-2019 en El Salto Diario

Suely Rolnik (Sao Paolo, Brasil, 1948) es psicoterapeuta, doctorada en Psicología Social en la Universidad Pontificia de Sao Paolo, con una tesis sobre la producción del deseo. Esta brasileña que pasó varios años de exilio en Francia lleva una vida indagando en la subjetivación, explorando también, de la mano de Félix Guattari, las micropolíticas.Esferas de Insurrección: Apuntes para descolonizar el subconsciente (Tinta y Limón, 2019), es su último libro. Hace unos meses vino a presentarlo a Madrid y mantuvo una larga conversación con El Salto durante la cual expuso su original mirada sobre la micropolítica, la colonización del deseo o la politización del malestar. El Brasil de Bolsonaro, la continuidad de la Ingobernable, la naturaleza de los nuevos movimientos sociales o los comunes, fueron algunos de los temas que emergieron durante nuestro encuentro.

 

 

 

 

 

 

 

 

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«Aprender, comprender, estudiar… ¿qué se hace en las aulas hoy?»,

Espacio de conversación «Aprender, comprender, estudiar… ¿qué se hace en las aulas hoy?», coordinada por la Lic. Mariana Wassner. Participan Dra. Paula Pogré y Dra. Denise Najmanovich En el marco del IV Congreso Internacional sobre Problemáticas en Educación y Salud realizado del 8 al 10 de junio de 2018 en la Ciudad de Buenos Aires, Argentina.

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Pensar lo común

En un tiempo de avance del neoliberalismo y la privatización de todo, vale la pena leer este artículo sobre una experiencia actual de defensa de lo común.

LOS GUARDIANES DEL AGUA CONTRA LA SERPIENTE NEGRA: HISTORIA DE STANDING ROCK

Durante casi siete meses, el campamento de Standing Rock en EE.UU. ha mantenido al mundo en vilo. Los “guardianes del agua” indígenas han luchado por detener la construcción del oleoducto Dakota Access Pipeline que atravesaba sus tierras, y finalmente lo han conseguido.  Redefiniéndose a sí mismos “como protectores y no manifestantes”, los indígenas levantaron en Standing Rock, no sólo un campamento, sino todo un símbolo de las luchas contemporáneas: las infraestructuras capitalistas destructoras del territorio como “objeto”; la creación de un lugar-campamento donde experimentar nuevas formas de vida en común como “método”. Un símbolo que interrogar, del que aprender.

Matt Peterson, Malek Rasamny y Shyam Khanna viajaron desde Nueva York a Standing Rock, se implicaron en el movimiento y, en este texto, nos describen la naturaleza del campamento (dónde estaba, quiénes lo conformaban, cómo) y sus muchas potencias. Entre ellas: una solidaridad inter-tribal insólita (hace tiempo que las divisiones y desconfianzas regulan las relaciones entre las distintas tribus indias) y la alianza entre gente nativa y no nativa; la importancia vital del campamento (dotado de escuela, radio, energía solar, seguridad, primeros auxilios, comida, ropa, doulas, etc.), a su vez compuesto por varios mini-campamentos; la cosmovisión indígena, su mirada a largo plazo, la fuerza y duración de las relaciones y las obligaciones recíprocas que alienta; la centralidad, finalmente, de las ceremonias sagradas y de la oración como modo de reflexión constante sobre la acción, como modo de vida.

Allí donde los mapas de los poderosos no señalaban más que un espacio vacío y abstracto, de pronto se hizo presente un tiempo y un espacio habitado. Allí donde algún alto ingeniero había emplazado el recorrido de un oleoducto, apareció inesperadamente un mundo. Un mundo que preexistía al campamento de Standing Rock y que al mismo tiempo nació con él. Un mundo que teje las diferencias en torno al fuego y la cocina comunales. Un mundo que prefigura otros modos de estar sobre la tierra y que Matt, Malek y Shyam nos relatan maravillosamente aquí.

Matt Peterson, Malek Rasamny y Shyam Khanna

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Me hago cargo – Hernán Casciari

Comparto una nota conmovedora y valiosa en la que todxs podríamos encontrarnos, en todo o en parte, y sería bueno y bello que cada unx hiciera la propia.

 

«Me hago cargo»

por Hernán Casciari

 

Durante la infancia mi mamá mandaba a mi hermana a hacer los mandados al almacén, nunca me mandaba a mí. Yo empecé a ir al almacén a los trece años por propia voluntad.

Una vez mi papá se tuvo que cocinar él mismo porque mi mamá no estaba. Mi abuela se enteró y le hizo un escándalo a su nuera: « ¿Cómo es posible, nena? ¡Él es el hombre de la casa!».

Entre los nueve y los catorce años escondí de mi papá las poesías que escribía para que no me creyera femenino. Entre los seis y los quince años jugué a deportes de fuerza para demostrar masculinidad.
Mi papá nunca pisó el almacén de enfrente. Tampoco nunca nos hizo el almuerzo o la cena. Nunca barrió el piso ni cosió un guardapolvos. Ninguna mujer de la casa se lo habría permitido.

En la adolescencia alguna amigas señalaron en mí actitudes machistas que yo no podía reconocer o me negaba a aceptar. Pasaba mucho en las sobremesas de los asados, mientras ellas levantaban los platos.

Hasta el final del siglo veinte (es decir, hasta mis treinta años), creí que machismo y feminismo eran dos extremos y me burlé de ambos como quien se burla de los veganos o de los hinchas de Vélez.

Al inicio de este siglo fui padre. En la crianza de mi hija practiqué la ironía seudo progre de decir (frente a ella) ‘puto’, ‘trola’, ‘negro’ y otro montón de tópicos que creía inofensivos.

También debatí sin argumento en sobremesas acaloradas y salieron de mi boca dos frases infames: «No todos los varones somos así» y «Estoy en contra de todo tipo de violencia».

Entre los treinta y los cuarenta años escribí más de quinientos textos cortos en internet. Hay por lo menos veinte que tienen alguna frase machista o alguna idea retrógrada que hoy me avergüenza leer.

A los cuarenta y tres años me pregunté por primera vez qué debía hacer con esos textos. ¿Borrarlos, modificarlos o dejarlos tal cual? Elegí mantenerlos; hacerme cargo del que fui para ser menos imbécil en adelante.
Todavía tengo en la cabeza frases en reparación. Lo descubro cuando personas más jóvenes me alertan: «¿Te parece que dos mochileras que van juntas ‘viajan solas’?». No es fácil soltar los lastres.

Pero también empiezo a percibir yo mismo las alarmas. Descubro solito símbolos mal puestos y barbaridades en los medios. Empiezo a sentir el placer de mis propias cáscaras cayendo.

Soy un varón heterosexual de 45 años. Me cuesta mucho, cada vez que lloro, no decir “parezco mina” o “me puse putito”. Son muchos años de ser un imbécil que se creía gracioso. Pero me esfuerzo porque entendí.
No voy a poner el avatar rosa en mi wasap. No voy a usar el hashtag ni voy a hacerme el copado. Mi único hashtag sincero es #MeHagoCargo. Solamente vengo a decir que soy culpable y que fui parte del problema.
Trato todos los días de estar atento a los símbolos y a lo tópicos. Ya no uso los ‘pero’ ni hago chistes de falso progresismo. Me ejercito para dar pelea incluso en lo dialéctico, que es donde más me cuesta.

Hoy es 19 de octubre y llueve. Soy casi un viejo y viví por todos lados. Quiero decir que jamás había visto a un grupo humano acorralar un problema arraigado con tanta fuerza, pasión y creatividad.

Esta lucha es, sin dudas, lo más revolucionario que le pasó al país en décadas. Un día vamos a mirar para atrás y nos parecerá increíble que nosotros hayamos tardado tanto en reaccionar.

Nuestros nietos, queridas, van a estar muy orgullosos de ustedes.
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Publicado el miércoles 19 de octubre

 

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Taller “El espectador y el cine” – Coordinado por la Prof. Laura Kravetz

Taller “El espectador y el cine”

Coordina: Laura Kravetz   

Lau El cine y el espectador

Presentación de la propuesta:

Lo que vemos, oímos, conocemos en una obra de cine es inseparable del modo en que elegimos verla, dónde ponemos nuestra atención, en relación con qué conocimientos, recuerdos y percepciones lo ponemos, de qué relaciones establecemos con ese objeto, la obra. Por eso apreciarla, o conocerla es en sí mismo una forma de arte. La propuesta es tomar integralmente la obra de cine como obra artística y así, como objeto cultural, es decir, como producto humano en su complejidad. Apuntamos a ejercitar y enriquecer las relaciones estableceremos con los elementos de la pantalla, para elegir activamente qué tipo de espectadores queremos ser en cada encuentro con una nueva película.

 

No se requieren conocimientos previos. El grupo se abre con 4 inscriptos.

Horario: Miércoles 19:30 a 21:00 horas.

Zona: Av. Pueyrredón y Av. Córdoba.

Arancel: $450, descuentos para estudiantes.

Inicio: Miércoles 13 de septiembre.

 

Informes e inscripción: lamaravillosamentira@gmail.com

 

CV Laura Kravetz (La Maravillosa Mentira Cine5B Resiste: Obras de Laura Kravetz ):

 

Profesora de filosofía por la UBA y dibujante. Estudió artes en diversas instituciones públicas y privadas, como los talleres del Teatro Colón (Escenografía) y de la ENERC (Análisis y Crítica de Cine), y con los profesores Ricardo Parodi (Teoría de la imagen) y Mariano Lucano (Dibujo). Fue docente ayudante en Epistemología de la Psicología Social y Epistemología de las Ciencias Sociales (Universidad CAECE). Diseñó y coordinó los cursos y talleres como: “Diásporas modernas”, “Cine: arte de la imagen”, «El humor en el cine más allá de la palabra», “Cine y sueños: Lógicas oníricas en la expresión cinematográfica”, “Identidad y aislamiento: El cine de Chantal Akerman contra la idolatría”, “El silencio en el arte”,  “Arte, lenguajes, silencio y olvido y “Taller de lectura y escritura literaria y filosófica sobre el tiempo” (este último junto con la Profesora Verónica Beatriz Pena).

 

 

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Antes de la colonia, los nativos americanos reconocían 5 géneros

Una nota muy interesante de La mula para abrir nuestro estrecho  marco categorial, o -mejor aún´- para  empezar a deshacernos de él.

Antes de la colonia, los nativos americanos reconocían 5 géneros

No fue hasta que los europeos tomaran América del Norte que las tribus nativas de esa región adoptaron la idea de los roles de género como una cualidad rígida. Para los Nativos Americanos, no existía un ‘set de reglas’ que los hombres y mujeres tenían que cumplir con el fin de ser considerados miembros «normales» de su tribu.

Es más, como cuenta la página Indian Country Today, la gente que tenía características tanto «masculinas» como «femeninas» era vista como dotada de dones por la naturaleza y, por lo tanto, capaz de entender los dos lados de todo. En todas las comunidades se reconocían estos roles de género, solo que con distintos -pero muy parecidos- nombres: Mujer, hombre, mujer de dos espíritus, hombre de dos espíritus, y transgénero

PAREJA ‘DOS ESPÍRITUS’

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