En la siguiente entrevista, la psicoanalista e investigadora de la relación entre subjetividad, política y cultura analiza los contextos que llevan al actual desmoronamiento de los gobiernos de izquierda en Latinoamérica, se refiere a la noción de “inconsciente colonial-capitalístico y comenta la importancia de la resistencia micropolítica que está proliferando en la sociedad brasileña.
¿Cómo analizas lo que está pasando con los gobiernos de izquierda en América Latina?
La destrucción de los gobiernos de izquierda de América Latina que está en curso resulta de la nueva estrategia de poder del capitalismo globalitario en su versión finaciarizada. Una toma del poder del Estado que no se vale de la fuerza militar, sino de la fuerza del deseo para tornarla reactiva. Esto se lleva a cabo por la vía de una triple operación: mediática, judicial y policial. Es una estrategia micropolítica, mucho más sutil e invisible que la tradicional estrategia macropolítica, y esto hace que se vuelva mucho más difícil descifrarla y combatirla. Mi impresión es que al no abarcar la dimensión micropolítica, el imaginario de las izquierdas no logra descifrar la estrategia de poder del capitalismo financiarizado y, por eso mismo, no logra combatirlo. Por esta misma razón, el binomio izquierda versus derecha, al cual se encuentra supeditado este imaginario, no abarca la complejidad de las fuerzas en juego.
La experiencia que estamos viviendo en estos contextos es muy triste, pero también muy valiosa. ¿Por qué? Porque nos permite reconocer lo que puede la izquierda y también lo que no puede, dados sus límites inherentes a su propia lógica. Lo que la izquierda puede es practicar la resistencia en el ámbito del Estado. Una forma de resistencia que tiene que ver con luchar por una democracia que no sea solamente política, sino que también sea económica y social. En ese ámbito, la izquierda representa sin duda la mejor posición posible, aunque varíe el grado de ampliación de la democracia anhelado por cada gobierno tenido como de izquierda, que es inversamente proporcional a su mayor o menor complicidad con la agenda neoliberal.
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