La ocupación de Standing Rock es un movimiento basado en la presencia. Al hurtarles el espacio y el tiempo al consorcio Energy Transfer Partners, al Cuerpo de Ingenieros del Ejército, al condado de Morton, a Dakota del Norte, a los Estados Unidos de América, Standing Rock se ha convertido en el mayor despliegue de resistencia que ha tenido lugar en Estados Unidos desde, al menos, los disturbios de Ferguson en 2014.

Como en Ferguson, y antes de eso en la ocupación de Wounded Knee en 1973, el lugar en sí mismo ha pasado a ser sinónimo del propio movimiento: basta decir “Standing Rock” para que vengan a la mente los campamentos, encierros, bloqueos y enfrentamientos que buscan detener la construcción del Dakota Access Pipeline a través del río Misuri.

UNA NUEVA HISTORIA

El despliegue de esta acampada de miles de personas, que hoy captura la atención de tanta gente alrededor del mundo, fue en su origen algo bastante humilde. El 1 de abril los miembros jóvenes de la Reserva India de Standing Rock levantaron el campamento Sacred Stone Camp como un lugar de vigilia y oración, al dar comienzo las obras de construcción del Dakota Access Pipeline. Con anterioridad, durante casi dos años, la tribu ya había pleiteado para intentar evitar la construcción del oleoducto.

El campamento inicial se sitúa en la propia reserva, cerca de la intersección de los ríos Misuri y Cannonball. La confluencia de los dos ríos creaba antaño un remolino, el cual talló una roca de singular apariencia que es la que da nombre al campamento de Sacred Stone. En la década de 1940 el Cuerpo de Ingenieros del Ejército de Estados Unidos alteró el curso del río, lo que provocó la inundación de parte de la reserva, la desaparición del remolino y de la piedra sagrada. Durante la primavera y el verano, el Sacred Stone Camp hizo las veces de lugar de oración continua, así como de plataforma para una serie de acciones simbólicas orientadas a impedir el comienzo de las obras.

A finales del mes de julio, a medida que se hacían visibles los primeros signos de las tareas de construcción en la zona, la tribu de Standing Rock invitó formalmente a los Oceti Sakowin (comúnmente llamados sioux, el concilio de siete fuegos formado por los pueblos lakota, dakota y nakota), y en particular a los guerreros del grupo de los oglala lakota de la reserva india de Pine Ridge, a que se unieran al levantamiento. Muchos acudieron a Standing Rock con sus familias directamente de las ceremonias anuales de Sundance, así que llevaban ya acampando desde hacía un mes antes de su llegada.

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En ese punto, la tribu de Standing Rock y los Oceti Sakowin llamaron también a otras naciones nativas y a aliados no nativos para que se unieran al campamento en solidaridad. A medida que los simpatizantes iban saturando Sacred Stone, se fue levantando en las proximidades otro campamento, Rosebud Camp, aún en la reserva pero junto a la carretera 1806. Pero como seguía llegando gente, tuvo que levantarse otro campamento más, esta vez al otro lado del río Cannonball, que terminó convirtiéndose, con miles de habitantes, en el campamento principal Oceti Sakowin. Éste se ubica fuera de la reserva, en lo que oficialmente son tierras pertenecientes al Cuerpo de Ingenieros del Ejército, por lo que constituye por sí mismo una acción directa. Este campamento se ha convertido en un desafío directo a las numerosas violaciones de los tratados, que han terminado por limitar la soberanía de los pueblos lakota a sus reservas administradas federalmente.

Para entonces las acciones directas se habían convertido casi en algo cotidiano. Los guardianes del agua recorrían a pie la corta distancia que separa el Oceti Sakowin Camp de los lugares de las obras, donde realizaban sus actos de sabotaje. Empleando tácticas heredadas del movimiento ecologista, los guardianes del agua comenzaron a practicar “cierres” [“lockdowns”], encadenándose a los equipos de construcción o inutilizándolos con candados.

Este verano se ha visto un cierto número de acontecimientos históricos. Los crow, así como otras naciones indígenas que habían venido siendo enemigos históricos de los lakota, llegaron en procesión para ofrecer la paz y unirse en el combate contra el oleoducto. Pronto, cerca de 300 tribus reconocidas federalmente habían enviado delegaciones y declarado su solidaridad formal. Al comenzar septiembre participaban en la ocupación unas 5.000 personas.

Fue en ese momento cuando las crecientes tensiones llegaron a un punto álgido, llevando a Standing Rock al punto de mira de los medios de comunicación nacionales. DAPL contrató a una empresa de seguridad privada para vigilar las obras y prevenir los sabotajes. Cuando el proceso judicial se acercaba por fin a su desenlace, la tribu de Standing Rock presentó documentación relativa a lugares arqueológicos, que incluían tierras ancestrales de enterramientos ubicadas a lo largo de la ruta propuesta para el oleoducto. Al día siguiente, el 3 de septiembre, los trabajadores de la construcción se adentraron con bulldozers en una de estas tierras ancestrales documentadas judicialmente.

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Aquella tarde, mientras cientos de personas marchaban por la carretera para plantar de manera simbólica las banderas de sus respectivas naciones en la ruta propuesta para el oleoducto, tuvieron que enfrentarse al espectáculo de esta profanación. Un grupo de mujeres echaron abajo la valla que rodeaba el lugar de las obras, y cientos de personas se adentraron en él para detener las excavadoras. Cuando los obreros se retiraron, los guardianes del agua tuvieron que vérselas con una fuerza de seguridad privada. En el pulso que siguió, los guardianes del agua fueron rociados con spray pimienta, golpeados, inmovilizados y mordidos por perros de presa. Con las imágenes que empezaron a circular, tan inquietantes, tan reminiscentes tanto de los movimientos de derechos civiles de la década de 1960 como de las Guerras Indias del siglo XIX, todas las miradas se dirigieron a Standing Rock.

En la semana posterior, el gobernador de Dakota del Norte declaró el estado de emergencia y solicitó la ayuda de la Guardia Nacional, que procedió a establecer controles en la carretera que va desde la capital del Estado, Bismarck, a Standing Rock. Por fin, tras un proceso que venía durando varios años, un juez dictó una resolución denegando la orden de detener las obras. Horas más tarde, varias ramas del Gobierno federal, incluyendo el Cuerpo de Ingenieros del Ejército, hicieron público un comunicado solicitando una detención temporal y voluntaria de las obras en un radio de 40 millas desde el cauce del río. Se estableció un campamento de primera línea [“Frontline Camp”] más pequeño, conocido como Sacred Ground Camp, a ambos lados de la carretera 1806, en el lugar de los últimos enfrentamientos, para vigilar desde allí las tareas de construcción y su impacto en los lugares de enterramiento afectados por el proyecto.

Para no perder el ritmo de la acción, el campamento ha ido innovando continuamente sus tácticas. Cuando las obras se reanudaron en un lugar mucho más apartado del campamento, comenzaron a trasladar allí sus acciones y lockdowns. Debido a la distancia, el secretismo que envolvía su planificación y los saberes especializados que requerían, estas acciones eran de tal naturaleza que sólo una facción especializada del campamento podía participar en ellas. Cuando una de las acciones terminó en un arresto masivo, este proceder pronto perdió apoyos, y durante casi dos semanas se impuso la calma. Con la idea de retomar la participación masiva de las acciones anteriores, se empezaron a organizar caravanas de docenas de coches, camiones y autobuses con varios centenares de personas, dispuestas a cerrar los lugares de obras en marcha que se encontraban río arriba, a una hora de conducción desde los campamentos.

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Desde finales del mes de septiembre a finales de octubre, estos bloqueos de las caravanas se convirtieron en algo casi cotidiano. Los trabajadores del Dakota Access Pipeline (DAPL) abandonaban la obra tan pronto como llegaban los manifestantes, cuando no antes. Estas protestas giraban en torno a ceremonias y oraciones que incluían la plantación de sauces o de maíz sagrado. Se trataba de acciones meticulosamente organizadas, dirigidas formalmente por los ancianos de la tribu, pero en las que participaban plenamente jóvenes y viejos, hombres y mujeres. Los jóvenes eran los primeros en llegar al lugar, y en ocasiones dañaban o rociaban con spray el equipo de construcción antes de que llegaran los ancianos para dirigir la ceremonia. A medida que la policía empezó a responder de una forma más militarizada y se reanudaron los arrestos masivos, las caravanas simplemente ralentizaron su paso por los lugares de las obras, logrando que los trabajadores se marcharan y por otro lado eludir los arrestos.

A pesar de las constantes interrupciones de las obras, a finales de octubre la construcción del DAPL se aproximaba de nuevo al río Misuri, y ya estaba casi completa. Citando los tratados del Fuerte Laramie, los Oceti Sakowin declararon la propiedad indiscutible de los terrenos, y ocuparon un tramo del trazado del oleoducto. El Frontline Camp, levantado en lo que oficialmente era propiedad del DAPL, fue transformado y ampliado, pasando de ser un pequeño enclave a albergar a cientos de personas. Se levantaron barricadas en la carretera 1606, y durante casi una semana pareció que el desalojo del Frontline Camp era inminente. Mientras aumentaban las tensiones, los guardianes del agua accedieron a desmantelar sus barricadas, pero mantuvieron un punto de control en el tramo de carretera.

El 27 de octubre el departamento del sheriff del condado de Morton, junto con la Guardia Nacional y los departamentos de policía de otros cinco estados, procedieron a desalojar el Frontline Camp. En un despliegue de fuerza, llegaron con vehículos acorazados, un cañón acústico de largo alcance (LRAD) y equipo antidisturbios. Para bloquear la entrada de la policía en el campamento, la gente abandonó sus propios vehículos en el centro de la calzada, les pinchó las ruedas y les quitó la matrícula. Otros se encadenaron a un camión. Se erigieron barricadas en las carreteras 1806 y 134, a las que posteriormente se prendieron fuego. Cuando el campamento fue eventualmente asaltado, se levantaron nuevas barricadas en la intersección de las dos carreteras y en un puente situado más al sur. En medio del caos, se quemaron varios coches policiales y equipos de construcción.

En las semanas que siguieron, tuvieron lugar enfrentamientos dramáticos entre los guardianes del agua y la policía antidisturbios, que utilizó gases lacrimógenos y balas de goma, mientras las obras se iban acercando más y más al río.

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UN MOVIMIENTO MUY PARTICULAR

La ocupación de Standing Rock es un movimiento basado en la presencia, y al crear una nueva vida comunitaria antagonista en las tierras tradicionales Oceti Sakowin, desafía la evolución histórica que nos ha traído hasta aquí: la compra de Luisiana en 1803; las violaciones de los tratados del Fuerte Laramie de 1851 y 1868; la anexión del territorio Dakota en 1861; la inclusión de Dakota del Norte en la Unión en 1899; y la formalización de Standing Rock en tanto que reserva separada, aislada del resto de la Gran Nación Sioux.

Con la ocupación y el movimiento alrededor suyo, estas historias pueden abrirse al escrutinio contemporáneo y, lo que es más importante, a la mirada crítica y contestataria. Las luchas en torno a la soberanía de estas tierras se expresan también en forma de disputas jurisdiccionales, que involucran a varios departamentos de policía del condado y del estado, a la Guardia Nacional y a las compañías de seguridad privadas llamadas a defender las propiedades —que se dicen públicas y privadas— donde se están produciendo las excavaciones para construir el DAPL. A finales de septiembre, el director de Standing Rock Dave Archambault II llegó incluso a llevar el asunto a Ginebra, para informar al Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas de los abusos y violaciones que estaban teniendo lugar en las tierras protegidas por tratado. Estos esfuerzos, y las respuestas que suscitan, dan idea de la compleja conjunción de fuerzas y dimensiones —locales, estatales, federales, privadas e internacionales— que los pueblos indígenas han tenido que afrontar a la hora de defender su soberanía.

El movimiento de Standing Rock tiene unos orígenes propios y constituye una experiencia única de lucha. Dicho esto, también es cierto que comparte muchos de los aspectos que caracterizan los recientes levantamientos globales. En ellos, el desarrollo de infraestructuras a menudo ha sido el objeto y el lugar de la lucha; el campamento y el bloqueo han pasado a primer plano, entre un arsenal de tácticas y respuestas posibles. Los antagonistas tienden a definirse por ser en gran medida superfluos en relación con las necesidades del capital, pero sin dejar de ser dependientes del mercado para su propia reproducción. El campamento y el bloqueo abren una grieta, suponen una ruptura dentro de la experiencia normalizada de la vida cotidiana, y se convierten —en particular, el campamento— en un laboratorio de nuevas formas de vida en común.

Los movimientos sociales del pasado, tanto los de no-nativos como los nativos, a menudo hundían sus raíces en una comunidad y territorio particulares —un denso tejido social donde uno vivía casi toda su vida, que reproducía asimismo a través de una serie de instituciones culturales, espirituales, políticas y familiares—. Eran capaces de oponer un mundo coherente dentro del mundo que rechazaban y contra él. Ello permitió que las tradiciones de lucha fueran pasando de generación en generación, y crearan una cierta obligación moral de participar. También permitió el desarrollo de una visión coherente de otro tipo de vida, y de otro mundo más allá del capitalismo. La historia del último medio siglo es la historia del desmantelamiento de la posibilidad de estos mundos. La fuerza de la ocupación de Standing Rock reside en su capacidad de, simultáneamente, recordar y crear su propio potencial en tanto que comunidad-en-lucha.

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Si las acciones de protesta contra la construcción del oleoducto han ido ganando visibilidad en los media, menos evidentes son las conexiones generacionales, espirituales y territoriales, así como los contextos que animan este movimiento. Son los lazos continuados de los Oceti Sakowin y la potencia de su cosmovisión lo que constituye la base de lo que conocemos como Standing Rock y la razón de su existencia: lo que permite esa coherencia, duración y persistencia que ha mantenido con vida la ocupación durante siete meses.

La política desplegada en el seno de la ocupación de Standing Rock no se basa en decisiones, sino en compromisos. En la sociedad liberal representativa, las decisiones las toman pocos, afectan a muchos y su legitimidad proviene de la expectativa tácita de que serán aceptadas e implementadas. Los compromisos, sin embargo, deben adoptarlos todos. Un movimiento como Standing Rock, que gira en torno a la duración, depende del compromiso de todos los presentes durante días, semanas y meses. Esto garantiza por sí mismo la forma comunal: el movimiento existe mientras existan estos compromisos, los cuales confían en el espíritu que anima los propios campamentos para mantener a la gente unida.

A diferencia de una movilización política, donde la gente es simplemente convocada para una acción en común, en Standing Rock los participantes también tienen que vivir juntos. Y no sólo unos cuantos días o semanas: van ya para siete meses. Dentro de los campamentos —pues Standing Rock no consta de uno, sino de muchos mini-campamentos autónomos y separados— ha habido que encontrar maneras de vivir y combatir juntos, y la naturaleza prolongada del movimiento impone que la reproducción cotidiana requerida para mantener material y espiritualmente a los habitantes de los asentamientos informe el contenido y la estrategia de la lucha misma.

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LOS ALLÍ REUNIDOS

Entre los habitantes de la ocupación de Standing Rock pueden distinguirse tres categorías. En el corazón del movimiento están los miembros Oceti Sakowin. Estos provienen directamente de lo que es hoy la reserva india de Standing Rock, así como de las reservas cercanas que un día formaron la Gran Nación Sioux, que incluía Cheyenne River, Pine Ridge, Rosebud, Crow Creek, Lower Brule, etc.. Para ellos la especificidad de la tierra en sí misma, sus colinas, cuevas, valles y ríos, tiene una importancia esencial, y cada elemento está imbuido de un propósito y significado histórico y contemporáneo concreto. La ocupación de Standing Rock, se dice, es la primera congregación a nivel de concilio de los Oceti Sakowin desde los tiempos de las Guerras Sioux, hace más de cien años.

Una segunda categoría de participación y solidaridad la forman los pueblos indígenas de Turtle Island (o Norteamérica), que han enviado delegaciones y representantes de todo el continente, en lo que constituye la mayor congregación de tribus y pueblos nativos desde la colonización. Este despliegue de solidaridad material y compromiso es el foco de la ocupación, cuyo bulevar central está flanqueado de las banderas de las naciones tribales visitantes. Las banderas las utilizan todos los campamentos para demarcar el espacio, y suponen una representación visual y un homenaje que se rinde a aquellos que encarnan el tejido de esta nueva comunidad. A medida que la táctica del movimiento viró, a finales de septiembre, hacia las acciones de caravanas para bloquear las obras, se animó a los participantes a que trajeran sus plegarias, tambores y banderas, como tributo a la vitalidad de esta solidaridad inter-tribal en el seno del movimiento #NoDAPL. Esto podría desarrollarse y plasmarse luego en una continuidad y coherencia que echen a andar por sí mismas, más allá del bloqueo de este oleoducto en particular.

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Un tercer nivel de participación sería el que conforman todos aquellos activistas solidarios no-nativos que han viajado a Standing Rock para ofrecer su apoyo. Se trata típicamente de aquellos cuya oposición al oleoducto se inspira en una preocupación por el medio ambiente, desde new agers y hippies hasta media-activistas independientes y anarquistas. Más en general, a Standing Rock ha acudido gente desde el Amazonas, el ártico y Palestina. Se ha dicho que Standing Rock es la mayor congregación nunca vista de gente nativa y no-nativa en torno a una causa común, lo cual es uno de los factores que se aducen para explicar el éxito y longevidad del movimiento, que prioriza la apertura del encuentro y la solidaridad.

Lo destacable de la ocupación de Standing Rock es que no se trata de una típica movilización política en Nueva York, Washington o cualquier otra gran metrópolis norteamericana, donde ya hay una masa de población estable. Standing Rock está teniendo lugar en el cuarto estado menos poblado de Estados Unidos, a una hora de conducción desde la capital, Bismarck, cuya población es de 61.000 personas. Standing Rock está a 900 millas de Chicago, a 1.500 millas de Los Ángeles y a 1.600 millas —30 horas al volante— de Nueva York. Las miles de personas que han circulado por la ocupación estos últimos meses han tenido que emprender viajes muy largos y costosos para unirse al movimiento.

MAPEO DEL LUGAR

Repartidos a lo largo de la carretera 1806 se levantan los cuatro campamentos separados que forman la ocupación: Sacred Stone, Rosebud, Oceti Sakowin y Sacred Ground. En todo momento estos campamentos albergan a entre 1.000 y 3.000 personas, pero a principios de septiembre llegaron a ser 5.000.

Oceti Sakowin, el campamento principal y de lejos el mayor, se parece a una pequeña ciudad, con una red de caminos de tierra, vecindarios, barrios y una infraestructura rudimentaria. La vía principal que conduce al campamento desde la carretera está flanqueada por las banderas de cerca de 300 naciones tribales que han acudido para mostrar su solidaridad. En el corazón del campamento arde el fuego sagrado, lugar de una constante sucesión de ceremonias, danzas, performances, discursos y charlas. Alberga además una cocina comunitaria colectiva que ofrece comidas diarias.

El campamento cuenta hoy por hoy con una escuela infantil, una emisora de radio pirata, un centro de noticias independiente, una central de energía solar para cargar móviles y otros equipos, una fuerza de seguridad voluntaria organizada por el Movimiento Indio Americano (AIM), un centro de primeros auxilios, tiendas que ofrecen masajes, hierbas medicinales e infusiones, un campo de lacrosse, varias docenas de tiendas que distribuyen comida, equipos de camping y ropa, y docenas de WC portátiles, contenedores y contenedores de agua. Hay cerca de una docena de saunas ceremoniales —“cabañas de sudar”, o sweat lodges— a lo largo del campamento, y media docena de establos para caballos. Hay un sistema de mensajería a caballo, y en un momento dado llegó a organizarse una pista de carreras de caballos. El campamento cuenta con un grupo de doulas para partos naturales que ha asistido al menos un nacimiento hasta ahora. Hay un sistema de camiones que distribuyen leña, comida y otros suministros por los campos más pequeños. Hay también una flota menor de canoas y lanchas motoras.

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El propio campamento de Oceti Sakowin se compone de docenas de campos que podrían considerarse delegaciones tribales, familiares o basadas en afinidades, cada una de las cuales se construye alrededor de un fuego comunal y una cocina. Estos campamentos-dentro-del-campamento son autónomos y se reproducen por generación espontánea, y han terminado recreando las esencias primordiales del asentamiento humano. Las líneas que separan el concepto de hogar o pueblo dentro de un campamento más grande se difuminan: uno podría leer las tiendas en tanto que habitaciones individuales y el fuego del campamento como una unidad común en lo que es esencialmente un hogar unitario. O bien, uno puede considerar que las tiendas son en sí mismas hogares, y el fuego del campamento, la plaza de una aldea.

El campamento Red Warrior, conocido por la participación activa de sus miembros y por ser el lugar donde se planean muchas de las acciones directas del movimiento, es un campo dentro del de Oceti Sakowin, ubicado en la parte trasera del mismo, cerca del río Cannonball. Tiene su propia valla que lo circunda, y cuenta con su propia seguridad, hoguera, suministro de tiendas de campaña, cocina comunal, comidas diarias, cantinas y lugares de reunión en grandes tiendas militares, una biblioteca, un laboratorio de impresión, máquinas de coser y una tienda-scout que monitoriza y estudia las obras. Adyacente al Red Warriors se encuentra un mini-campamento, el Haudenosaunee, que alberga a pueblos de la Confederación de las Seis Naciones, provenientes de las así llamadas Quebec, Ontario y Nueva York, con su propio fuego, cantina, suministros, etc.. En las inmediaciones está también el campamento Two Spirits. Estos mini-campamentos proliferan por todo el Oceti Sakowin y Standing Rock, lo que da una idea de la multiplicidad existente dentro del movimiento.

Dentro de la ocupación de Standing Rock, tanto desde el punto de vista espacial como organizacional, no hay un solo campamento, una sola asamblea o fuego, comida, lugar de toma de decisiones, o administración —y esto debería considerarse uno de sus puntos fuertes—. La congregación, histórica y sin precedentes, que constituye Standing Rock, ha encontrado una manera de vivir y combatir en común reconociendo y respetando las diferencias y necesidades que cada uno trae al momento concreto.

LA TEMPORALIDAD Y EL DAPL

Una de las marcas distintivas de la ocupación de Standing Rock es su base familiar y la interconexión generacional que informa los campamentos y el propio movimiento. No es en absoluto extraño ver, por ejemplo, un mini-campamento sostenido por una matriarca en la sesentena, a menudo con experiencia directa del Movimiento Indio Americano (AIM) de la década de 1970. Podría estar acampando con unos hijos de 40 años, que vendrían a ser el equivalente del AIM a los “cachorros” Black Panther, que habrían crecido en hogares radicales orientados hacia la organización política para reclamar formas tradicionales de educación y de vida.

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Esta generación, la de los nacidos a finales de las décadas de 1960 y 1970, son a menudo líderes respetados dentro del movimiento, mientras que sus hijos y sobrinas de veintitantos años son los guerreros activos o los voluntarios en la línea del frente de las protestas. Sus hijos pequeños o sus nietos pueden luego verse jugando y corriendo por los campamentos, o bien asistiendo al colegio que se abrió para aquellos que se mudaron a los campamentos a tiempo completo con sus hijos. Estaríamos, por lo tanto, hablando de cuatro generaciones, y por supuesto en cada uno de estos campamentos hay presentes relaciones de parentesco en sentido amplio, los llamados tiospaye en lengua lakota, que a menudo se tratan entre sí, de una forma íntima y respetuosa, como hermana, primo, tía o abuela. Estas conexiones familiares hunden sus raíces en una más amplia comprensión individual y social del “yo” dentro de una estructura de clan, comunidad y nación. Con esto se quiere decir que dentro de la cultura de la ocupación de Standing Rock hay grupos de relaciones y obligaciones que escapan a la lógica aplanadora de la ciudadanía, que ha terminado por significar una igualdad vacía de individuos carentes de lazos más amplios y responsabilidades historias compartidas.

Los lakota hablan con frecuencia de “las siete generaciones”, aludiendo a un marco donde se piensa en uno mismo dentro de un continuo que incluye tanto a los que vinieron antes como a los que aún están por venir: este podrías ser tú, tres generaciones antes o tres generaciones después. O tú y los nietos de tus nietos, que es lo mismo que decir “aquellos que nunca conocerás”. Así, cada una de tus decisiones o acciones, tu tiospaye o nación, debería medirse en función de cómo se relacionaría no sólo contigo mismo, o con el presente, como sucede en la sociedad liberal, sino con cada una de estas generaciones. Cuando una cosmovisión ética e histórica de este tipo es aplicada a un territorio, la cuestión ya no es sólo proteger la Gran Nación Sioux actual o el río Misuri de hoy, sino pensar en lo que exigiría mantener sus potencialidades a lo largo de siete generaciones, hasta los nietos de tus nietos.

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Los lakota también han hablado a menudo de una profecía, la profecía de la serpiente negra, según la cual vendrá una gran serpiente que traerá consigo una destrucción incomprensible. En años recientes se interpretó que la profecía haría referencia al oleoducto Keystone Pipeline, cuyo trazado también se propuso que atravesara el territorio Oceti Sakowin, antes de que un gran movimiento llevara a Obama a rechazar la fase final de su construcción, en noviembre de 2015. Desde entonces se ha considerado que la profecía habla de una serie de oleoductos existentes y proyectados. El pasado agosto Iyuskin, American Horse of Standing Rock, escribió lo siguiente en The Guardian:

“Nuestros antepasados nos dijeron que si la zuzeca sape, la serpiente negra, atraviesa nuestra tierra, nuestro mundo llegará a su fin. Zuzeca ha llegado —en forma de oleoducto, el Dakota Access Pipeline—, y por eso he de luchar… no somos manifestantes. Somos guardianes. Estamos defendiendo pacíficamente nuestra tierra y nuestras formas de vida. Estamos unidos en la oración y en la lucha por lo que es justo. Estamos haciendo historia. Te invitamos a que te unas a nosotros para desafiar a la serpiente negra.”

Muchos dentro de la ocupación de Standing Rock, y en particular en el Red Warrior Camp, han dado en llamarse “Black Snake Killas” (“asesinos de la serpiente negra”). Este eslogan, que llevan grabado en sus chaquetas de camuflaje, se ha convertido en un coherente grito de guerra dentro del movimiento.

“TRAED VUESTRAS ORACIONES”: LA ORACIÓN COMO MÉTODO DE PROTESTA

La idea de la plegaria como forma de estar es uno de los aspectos principales de la ocupación y de la comunidad que ha creado. Vic Camp, un ogala lakota de Pine Ridge y uno de los líderes de las protestas, explicó en qué consiste la diferencia entre vivir en un tipi y vivir en una residencia privada. Cuando vives en una casa privada, un “contenedor de hojalata”, como él la llama, puedes actuar de forma egoísta, horrible y destructiva; pero si vives en una comunidad, rodeado de niños, ancianos y otros, te ves obligado a conducirte de manera distinta, a considerarte a ti mismo y a los demás conforme a un estándar más alto. Esto hace de Standing Rock algo que prefigura un nuevo modo de estar, y que al mismo tiempo escucha los ecos de una forma-de-vida tradicional que los lakota mantuvieron cuando vivían con y entre familias en sentido amplio, en asentamientos itinerantes de tipis que se extendían en los tiempos anteriores a la colonización.

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Clyde Bellecourt, co-fundador del AIM, articuló una idea similar una noche ante la hoguera principal del Oceti Sakowin Camp, donde dijo que el mero hecho de estar en el campamento no tenía que ver simplemente con reunirse con activistas y manifestantes, sino que era una forma de oración, y que la oración era en sí misma un modo de vida. En un contexto nativo que por desgracia se ha hecho célebre por sus altas cotas de alcoholismo, drogadicción, suicidio y violencia doméstica, el hecho de congregar a miles de personas para crear juntas una zona autónoma, auto-gestionada, libre de drogas y alcohol, un lugar para la oración y la resistencia, es una de las contribuciones políticas más potentes de Standing Rock.

En el seno de la ocupación, la oración se convierte en una manera de marcar el tiempo, reflexionando constantemente en torno a las acciones y gestos de uno, dotándolos de alguna forma de reconocimiento. Tal y como se señaló en el campamento: “si quieres fumarte un cigarro, no te lo fumes y tires la colilla al suelo para que alguien la recoja; más bien, piensa en cada cigarrillo como en una ofrenda de tabaco, algo que antaño para nosotros era un ritual sagrado, una especie de oración”. Una de las consignas para todos aquellos que reciben una acreditación como periodistas para hacer fotos en Standing Rock es no filmar ninguna de las ceremonias que allí tienen lugar, pero esta misma concepción de oración desafía de por sí la noción de que se pueda identificar y reconocer tan claramente lo que es una plegaria, ya que cualquier gesto, reunión o conversación podría invocarse con ese mismo ánimo e intención: el contorno de la oración se vuelve imperceptible.

En el momento en que se escriben estas líneas [noviembre de 2016], las obras del Dakota Access Pipeline en Dakota del Norte están casi terminadas, a excepción de aquellas proyectadas bajo el río Misuri. Los campamentos y enfrentamientos continúan, mientras el Cuerpo de Ingenieros del Ejército y el presidente Obama postergan tanto la intervención como el visto bueno para las tareas de construcción.

[NOTA DE LOS EDITORES: Poco después de terminar el texto, la lucha trajo una importante victoria y, a principios de diciembre, el gobierno federal de EE.UU. anunció que no otorgará permisos para continuar con la construcción del oleoducto en Dakota del Norte que atravesaba tierras sagradas por debajo del río Misuri y que buscará rutas alternativas para el proyecto. No obstante, se espera que la empresa acuda a los tribunales para revertir esa decisión y el presidente electo Donald Trump apoya también su construcción].

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Traducción de Álvaro García-Ormaechea

Matt Peterson y Malek Rasamny, creadores de The Native and the Refugee, un proyecto multimedia que se acerca a los espacios de la reserva india y el campo de refugiados palestino. Shyam Khanna es un investigador independiente, escritor y ciclista mensajero de Brooklyn, Nueva York. Todas las fotos son de Vanessa Teran, una artista multimedia de Ecuador, que vive actualmente en Brooklyn, Nueva York. Sirviéndose de la fotografía y la escultura, su obra propone una mirada a los conflictos fronterizos, la identidad y la pertenencia. Este texto fue publicado por primera vez por Roar Magazine.