DENISE NAJMANOVICH

A 15 años de la partida de Ignacio Lewkowicz

A 15 años de la partida de Ignacio Lewkowicz

Recordando a Ignacio Lewkowicz

Hace 15 años que te fuiste, y aún tus ecos siguen resonando en nosotrxs. En aquel tiempo te despedí con una carta en Campo Grupal. Hoy la releí y la suscribo con el mismo énfasis, auque el estupor haya pasado y el dolor se hay atenuado, te seguimos pensando Nacho. Ya no usamos la @, decimos Nosotrxs, o Nosotres, pero seguimos buscando modos de gestar un pensar colectivo que promueva la vida, que genere sentidos comunes en lugar de quedar cautivos en lo ya sabido.

Nosotr@s

Por Denise Najmanovich

 

Uno sólo muere cuando esta solo.

M. Yourcenar

Perplejos y desasosegados. Así nos encontramos, Ignacio. En estos  -pocos- días desde que te fuiste me acompañaron tus libros, los mails que no sé por qué guardé, los recuerdos. En un itinerario ni prefijado ni forzado, fueron surgiendo analogías, dibujándose cuestiones, estableciéndose conexiones que finalmente han ido tomando cuerpo en este texto.

No podemos evitarlo. Seguimos pensando. Pensamos con una intensidad disminuida, un poco confusos, sintiendo tu falta. Aún así no podemos –ni queremos- evitarlo, pensamos por vocación y por vicio, por necesidad y por impulso. Pensamos en plural, ya que hemos aprendido que al singular le excede este cometido. Hoy la potencia de nuestro plural está encogida, atenuada…pero insiste.

Ya sé que si pudieras leer esto estarías sonriendo: he estado oscilando entre el plural y el singular: ¿Un “golpe de estado” del ego? ¿o será que no es fácil habitar el nosotr@s? ¿habrá sido sólo la inercia de la gramática o fue más bien la prepotencia del yo la que me hizo deslizar por el tobogán sintáctico? Como te gustaba decir: depende. Tal vez un poco de cada cosa y algo más que ha de quedar en el misterio.

Ya era difícil hablar de la experiencia que hasta anteayer considerábamos totalmente propia, íntima, exclusivísima, en clave de “nosotros”. Tenemos además que vérnosla con la arroba. ¡Qué escándalo!.

Sin embargo, no podía ser de otra manera: cuando el yo se evapora en las aguas, se desvanece también el género. ¿Qué nos queda? Tal vez todo esté allí, pero revuelto, transfigurado, gracias al eterno baile entre la permanencia y el cambio, entre el nacimiento y la muerte. El “Ser” (si, ese que iba siempre en mayúscula, aquel para el que el tiempo era tan sólo una eternidad móvil) está metamorfoseándose en devenir, en advenir, en estar siendo.

¿Quién piensa cuando la gramática se ha alterado? ¿Qué significa pensar? Estas cuestiones te/nos acuciaban, nos urgían, nos estimulan (como verás el entrevero temporal no es menor que el de personas y géneros). En tus seminarios, en las mesas redondas, en las conversaciones casuales, en la conferencias que dictabas, y me atrevo a conjeturar que también  bajo la ducha o en el café, ibas tejiendo una nueva trama, una textura diferente de propuestas (no meras respuestas) que tomaron forma pública en la página Web del Estudio,  y sobre todo en tu último libro: “Pensar sin estado. La subjetividad en la era de la fluidez”.

Qué extraordinario regalo nos legaste, Ignacio. Qué atrevimiento el tuyo de escribir sin una cita que te proteja a cada paso, sin jerga que te sostenga en la pertenencia a un club, sin concluir, ni cerrar, haciendo honor a tus palabras cuando dijiste que: “pensar todo de nuevo implicaba también pensar de nuevo cómo se hace para pensar”.

En tu “Nosotros. Apuntes para una microfísica del pensar” nos contabas una escena maravillosa de la película Kaos de los hermanos Taviani, realizada en base a cuentos de Pirandello. Aquella en que el mismísimo autor está conversando con su madre que acaba de morir y lamenta  su pérdida diciéndole: “Cuando estabas viva sentada en ese mismo sillón yo podía pensar «Si ella desde lejos me piensa, yo estoy vivo«.

Hoy ya no contamos con vos Ignacio para que nos pienses. Sin embargo, hay preguntas que nos siguen incitando, tus textos nos siguen acompañando y seguimos siendo nosotr@s, aunque no somos los mismos. Es más, seguirás existiendo en nosotr@s, porque nadie muere si no está sólo, y vos estabas en nosotr@s y seguiremos pensando(te).

En esta era de la globalización, de la erosión del estado, del colapso del ego en que vivimos simultáneamente el imperio de la insignificancia y la desmesura del individualismo, la existencia se ha vuelto precaria. Nos sentimos frágiles, huérfanos de garantías, erosionados los pilares que nos sostenían. El sentido ya no viene dado, no se aloja en ningún templo, parroquia, club, partido, institución. Algunos, tal vez muchos ya se van dando cuenta que los saberes, los significados, no nos preceden, no están allí esperando a ser descubiertos, no pueden comprarse ni venderse, menos aún transmitirse. También fuiste un pionero en darte cuenta que la insignificancia era el signo de la época por más que los gurúes se la pasen pregonando que hemos entrado en la era de la información. O tal vez justamente por eso, porque nosotr@s ya no confundimos información con saber, ni conocimiento con pensar. Nosotr@s ya sabemos, o deberíamos saber, que el sentido no se «encuentra» sino que tenemos que inventarlo, engendrarlo, cultivarlo, cuidarlo. Aunque el negocio de los formadores de formadores de formadores esté en plena expansión, aunque la gestión del conocimiento sea el último grito en las páginas de Internet, aunque la insignificancia siga avanzando, también va aumentando la potencia de otro pensamiento, de otra actividad de configuración, de otro modo de lazo y de encuentro: el nosotr@s.

Cuando la verdad y el sentido se han desacoplado, cuando el conocimiento tiene un carácter evanescente, cuando no hay escala de valores universales para subir al paraíso, pensar(nos) se vuelve una tarea crucial. Sólo que pensar ya no es un sinónimo de saber, ni de conocer, no es una tarea meramente intelectual, ni el producto de un etéreo yo racional. Pensar ha devenido actividad vital, fuente de sentido y de existencia. Como bien lo dijiste:

La existencia ya no es un dato sino que es producto de un trabajo – al desfondarse toda certeza, el camino para percibir que uno existe es el pensamiento: se existe por la vía del pensamiento – lo que no es seguro es que sea yo el que piensa y que sea yo el que existe: uno existe por un efecto de pensamiento, pero ya no es tan claro que es yo el que piensa. (Ignacio Lewcowicz, Nosotros, el pensamiento y la existencia El sujeto después de 19/20.)

Hemos entrado de lleno a un tiempo en que tenemos que vivir sin garantías, pensar sin certezas. No es fácil, pero no me quejo, prefiero seguir pensando con amigos, con los que están y también con los que se han ido. Mi despedida Ignacio, se la dejo al poeta:

 

—¿la vida, cuándo fue de veras nuestra?,

¿cuando somos de veras lo que somos?,

bien mirado no somos, nunca somos

a solas sino vértigo y vacío,

muecas en el espejo, horror y vómito,

nunca la vida es nuestra, es de los otros,

la vida no es de nadie, todos somos

la vida —pan de sol para los otros,

los otros todos que nosotros somos—,

soy otro cuando soy, los actos míos

son más míos si son también de todos,

para que pueda ser he de ser otro,

salir de mí, buscarme entre los otros,

los otros que no son si yo no existo,

los otros que me dan plena existencia,

no soy, no hay yo, siempre somos nosotros,

la vida es otra, siempre allá, más lejos,

fuera de ti, de mí, siempre horizonte,

vida que nos desvive y enajena,

que nos inventa un rostro y lo desgasta,

hambre de ser, oh muerte, pan de todos,

(Octavio Paz, fragmento de “Piedra de sol”)