Comparto con ustedes otro video de Brené Brown esta vez sobre la vulnerabilidad
Y también una nota corta que escribí en una columna en Campo Grupal que llamé Polifonías. Fue en ocasión de una visita de Suely Rolnik a Buenos Aires, que como suele ocurrir con ella me dejó pensando. Sigue a conntinuación:
Polifonías
Paradojas de la vulnerabilidad
Denise Najmanovich
Como un vendaval de nuevas ideas y sensaciones, Suely Rolnik ha pasado nuevamente por Buenos Aires. Despeinó con su irreverencia los tocados cerebrales de la intelectualidad y atrajo con sus propuestas gentes variopintas en edades, actividades y prácticas. Muchos fuimos vulnerables a sus propuestas, dejamos que nos afectaran, permitimos que nuestra piel se erizara con sus decires y nuestro pensamiento se tambalease con su cartografía paradójica. No es fácil encontrarse con la novedad o darle paso a la diferencia. Suely lo dijo claramente en sus conferencias: “la vulnerabilidad es condición para que el otro deje de ser simplemente un objeto de proyección de imágenes preestablecidas y pueda convertirse en una presencia viva, con la cual construimos nuestros territorios de existencia y los contornos cambiantes de nuestra subjetividad”
Hace unos años en esta misma columna plantee que una de las tareas más urgentes y valiosas de la actualidad es la de afinar y refinar la vulnerabilidad. Como ésta siempre ha tenido mala prensa conviene explorar su mundo de sentidos. En nuestra cultura hay una larga tradición que lleva a considerar la vulnerabilidad como falla, insuficiencia e imperfección. En la estética dicotómica de nuestro pensamiento occidental, la fragilidad es tomada como puro defecto. Sin embargo, sin ella no hay flujo, no hay cambio, ni sensibilidad, ni pensamiento, no hay vida, pues para que estos puedan ocurrir tenemos que poder ser afectados. Es más, si consideramos que el universo mismo es una trama de intercambios en permanente evolución entonces su propia existencia requiere de la vulnerabilidad. Spinoza fue uno de los poquísimos pensadores que destacó la importancia crucial de la “potencia de ser afectado”. La primera vez que lo leí quedé estupefacta. Sabía que algo importante estaba por acontecer, pero no fue nada fácil dar voz a eso que pedía nacer. ¿Cómo podía considerar como potencia al ser afectados? ¿No era esto una contradicción? Había en estas palabras un desafío con forma de paradoja. Toda la tradición se derrumbaba con esta frase. Y, como suele suceder cuando nos atrevemos a poner las paradojas en movimiento, todo un nuevo universo de posibilidades se abrió ante mí. Para poder crecer, cambiar, inventar, evolucionar o crear, es imprescindible poder ser afectados, ser vulnerables al otro, a la novedad, a la diferencia. Sin vulnerabilidad solo hay monotonía, homogeneidad y estaríamos condenados al eterno discurrir de lo mismo. Desde esta mirada, la vulnerabilidad es condición necesaria de la potencia. Al mismo tiempo, marca el límite de toda potencia: Poder es no poderlo todo. Algo siempre ha de deshacerse o descomponerse para dar paso a la transformación.
No se trata de contrarrestar la mala prensa con un panegírico de la fragilidad, ni presentarla como pura belleza y poder. La vulnerabilidad nos hace delicados, sensibles, no podemos expresarla con el vocabulario grandilocuente de la prepotencia. Hablar, actuar, pensar desde la vulnerabilidad implica para Suely despedirse del absoluto, decirle adiós al paraíso. Se trata de crear territorios en donde la vulnerabilidad impregne la vida con posibilidades inauditas para el pensamiento de la pureza.
Una vez más el vendaval Suely paso por mi territorio vital con su intensa delicadeza dejando un tendal de certezas desquiciadas y una estela de nuevas opciones para crear y habitar.